viernes, 23 de octubre de 2009

Zombis: Cuarta Entrega

A estas alturas de blog creo que ha quedado claro que que me gustan los zombis.

Por aquí hemos tenido guías de supervivencia para personas y para zombis contra los contrarios y una reseña a unas cuantas pelis que me encantan.

Pues la cuarta entrega es un refrito de las tres anteriores.

Este año se estrena Zombieland: macarrismo, gamberrismo y humor gore a partes iguales. Diversión garantizada. Y más aún si el que reparte más mamporros es Woody Harrelson.



Para mayor promoción y gloria de la peli, han sacado una serie de carteles en los que aparecen algunos de los mandamientos de la guía de supervivencia. La verdad es que les ha quedado mejor que a mí.





Ay que ganicas de verla!

Mientras que espero a que la estrenen, hago tiempo con obras menores. Francamente menor y mala es "La tierra de los muertos vivientes" a pesar de ser de George A. Romero. No hay por dónde cogerla. Con decir que el protagonista es Simon Baker, el de El Mentalista.

A pesar de todo presenta alguna idea original. La peli no cuenta lo de siempre, surge el brote, se propaga, gran devastación, cuatro colegas aguantan y ahí les dejamos hasta la próxima entrega. En este caso la humanidad ha sobrevivido al ataque zombi atrincherándose en una ciudad. Esta se divide en dos partes: la lujosa dónde vive muy bien quién puede y los suburbios donde sobreviven los demás.

Para que la plebe no se subleve les entretienen con juego y alcohol. Lo mejor es que las atracciones de feria son zombis debidamente encadenados. Puedes hacerte una foto con un "podrido" (así los llaman los desalmados) intentando morderte o apostar a ver qué zombi se come antes a una prostituta con la que les han encerrado en una jaula.

Hay patrullas que se dedican a visitar las localidades vecinas para recoger todo lo que pueda ser de utilidad o se pueda vender en el mercado negro. Tienen una técnica infalible para no tener que luchar con los no muertos. Cuando llegan a un pueblo lanzan un montón de fuegos artificiales y los angelicos de los zombis se quedan cuajados mirando el cielo con esa cara de pánfilos que el virus les ha dado. Así no les molestan mientras que saquean la localidad.

Y a mí que se me da cierto parecido con el colonialismo español en América...

jueves, 22 de octubre de 2009

Ratitos

Acabo de malgastar 45 minutos de mi vida para aparcar mi pelotilla con ruedas.

Y eso que mi barrio no es muy problemático para esto del estacionamiento callejero. Pero, como todos, tiene sus días.

En cualquier otra circunstancia habría pasado los primeros quince minutos pensando en mis cosas, los quince siguientes cagándome en toda la plana mayor del Ayuntamiento y la Comunidad (porque casi siempre son los culpables de todo) y los quince últimos, apostatando de mi agnosticismo y rezando con fervor una oración que una amiga tiene para este tipo de circunstancias:

- San Agapito, San Agapito. Encuéntrame un sititio.

Nunca sirve para nada pero rima.

Este proceso habría terminado con la pelotilla abandonada en cualquier esquina y la dueña con un cabreo monumental.

Pero no es esto lo que ha pasado hoy. Porque por en la radio estaban poniendo un concierto maravilloso de Janis Joplin y me lo he pasado como una enana. Me ha encantado tener este ratito para no hacer nada más que escuchar a esta gritona que adoro sin pensar en que tenía que estar haciendo otras cosas.

Hay días que tienen sus ratitos buenos.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Historias de no dormir: despertares (II)

Ya he contado por aquí que Mi Santo no tiene lo que se puede llamar un despertar fácil.

Pues hoy he encontrado unas cuantas ideas que podrían ayudarle un poco. En Compradicción, típico blog de gadgets dirían unos, compendio de artilugios frikis, pijaditas y archiperres en general, tienen unas cuantas propuestas de despertadores porculeros de lo más sugerentes.

Philips ha lanzado un despertador que, media hora antes de que te tengas que despertar, empieza a aumentar la intensidad de la luz para que tu despertar sea suave y placentero.

No me vale. Tiene que ser traumático o no se despertará.

Hay una opción para parejas. Se trata de dos anillos que se pueden programar a horas distintas y, cuando les toca, empiezan a vibrar para despertar al sujeto correspondiente sin molestar al otro.



Este tampoco me vale porque estaríamos en la de siempre. Yo me despierto pero él no.

Una tercera opción hace uso de la furia mañanera. Es necesario espachurrar el despertador para que se apague.


Tendría que revisar sus especificaciones para comprobar cuál es el máximo impacto que soportaría. Previsiblemente perecedero.

Otro concepto de despertador se basa en sacarte de la cama para que te espabiles o requieren un mínimo de coordinación para que deje de sonar la alarmita. Hay muchas variantes

El despertador tiro al blanco: hasta que no aciertes en la diana no se apaga.


El despertador puzzle: para pararlo hay que encajar las piezas en un sitio. Pueril pero mono.

El despertador volador: al saltar la alarma, una parte echa a volar y zumba como un mosquito. Hay que atraparlo y devolverlo a su base. Supongo que será necesario dormir con la ventana cerrada.

El despertador alfombra: no para hasta que se ponen los dos pies en ella. Sentado también se puede dormir. Tampoco me vale.



El despertador mancuerna: son necesarios 30 levantamientos para que deje de sonar. Si no se cambia de lado de la cama se corre el riesgo de acabar como el lanzador de pértiga de Las 12 pruebas de Astérix.


Ninguno de estos me termina de convencer. Pero es posible que haya encontrado el despertador definitivo.



Porque, no nos engañemos, en un país en el que sólo somos cívicos cuando nos abrasan a multas parece evidente que nuestros hábitos sólo cambiarán cuando la alternativa sea rascarse el bolsillo.

No es éste el caso de Mi Santo, que no se salta un límite de velocidad ja lo maten (y yo que me alegro), pero a todos nos jode que nos toquen los dineros.

SnūzNLūz, el despertador donador: se conecta a través de WiFi o por cable a nuestro banco (hasta 1600 entidades financieras compatibles, es lo que tienen los bancos) y, por cada minuto que no te levantes, realiza una donación real a un conjunto de organizaciones. Puedes elegir cuánto dinero y a quién se destinará a través de una configuración previa, pero... ojo que es de verdad!

martes, 20 de octubre de 2009

Sueños y encuentros

No sé de qué empezaría hablando con una amiga este fin de semana para que me acabara contando unas historias sobre su madre que son dignas de crónica.

Me contaba que, últimamente dormía mal, descansaba peor y tenía unos sueños bastante raros. Esto último lo tenía asumido ya que su madre es una de las mujeres con los sueños más extraños y persistentes que conoce.


Al parecer, poco tiempo después de casarse, su madre empezó a soñar con que el Pato Donald la perseguía porque quería casarse con ella. Ella le enseñaba la alianza y el Libro de Familia pero al pato le daba igual. Parecía no tener grandes problemas con la poliandria. El sueño era bastante tonto pero comenzó a resultar agobiante por reiterativo. Una noche, cuando apareció Donald con la misma proposición de siempre, echó a correr para escapar de él. Donald recortaba distancias y parecía que la iba a alcanzar cuando, hizo un quiebro que el pato no vio venir y se cayó por una ventana que había detrás. El trauma por el asesinato del Pato Donald le duró unos cuantos días.

Después de la boda llegó el primer embarazo y la temática del sueño cambio de registro. Soñaba con que daba a luz un perro y que a nadie le parecía raro. Le ponían un pijamita, unos patucos y un gorrito y todo el mundo decía:

- ¡Qué perrito más mono! ¡Qué guapo es!

A lo que ella contestaba.

- Sí, es mono, pero es que yo quería un niño...

Con el segundo embarazo pudo comprobar que la temática zoológica iba a ser una constante. En este caso soñaba que paría una merluza. Después de lo del perro ya estaba curada de espanto así que le decía al ginecólogo muy seria:

- La mitad me la pone para cocer y el resto en rodajas para rebozar.

Yo me moría de la risa. Pero la realidad siempre supera a la ficción y más si se trata de una madre. ¿A qué edad exactamente se pierde la vergüenza y se cree que los hijos tampoco la han tenido nunca? Ésta es su especialidad.

Mi amiga ha aprendido a NUNCA avisar a su madre si un famoso se encuentra en un radio inferior a un kilómetro alrededor suyo. Y tiene sus razones.

Estaba su madre un día en una tienda cuando vio a un chico que le resultaba muy familiar. Sin pensárselo un segundo se dirigió a él y le preguntó que de qué le conocía. El sujeto parecía sentirse bastante incómodo.

- Discúlpeme señora pero creo que no la conozco.

- ¡Sí hombre! Tú tienes que ser amigo de mi hijo Pedro.

- Que no señora.

- Pues entonces será de mi hija Paula. Sí, sí, de eso va a ser.

- Que no señora, déjeme en paz por favor.

- Pues de algo te conozco yo. ¿Seguro que no eres amigo de algún hijo mío?

- Que no señora. Es que yo soy político.

Y el muchacho salió corriendo despavorido.

Al verle huir, cayó en quién era:

- Anda coño, ¡el Agag!

Pero esto no es nada comparado con lo que el amor de madre le hizo sufrir a mi amiga durante todo un fin de semana en un pequeño pueblo de nuestra piel de toro.

En una escapada de fin de semana se alojaban las dos en el hotel del pueblo al que habían acudido para ver a la familia. Lo que no sabían es que ese mismo fin de semana había un festival de música en el pueblo. Al llegar al hotel, fueron a comer al restaurante. Según les servían el primer plato, una procesión de melenudos encuerados (en palabras de la madre) entró en el restaurante.

- ¡Éstos van a ser de un grupo!

- No mamá.

- ¡Qué sí! ¡Que seguro que son músicos!

Esto último lo decía mientras se levantaba y ponía rumbo a la mesa de los melenudos. Allí que se plantó y les preguntó:

- ¿Vosotros sois de un grupo, verdad?

- Sí señora. Somos los Mojinos Escocíos.

- ¡Aaaaaaaay! A mi hija le encantáis (mentira). ¡Le encantaría conoceros! Está ahí, en aquella mesa, es que es un poco vergonzosa...

Pero en aquella mesa no había nadie porque mi amiga se lo veía venir y decidió huir del restaurante. El problema es que el interrogatorio fue demasiado corto y la pillaron saliendo por la puerta.

Mejor habría sido pasar la vergüenza toda junta porque la huida hizo que el resto del fin de semana fuera una pesadilla.

Cada vez que llegaba o se iba de su habitación, cada vez que entraba al hotel o al restaurante allí había un Mojino Escocíó que le gritaba:

- ¡Niñaaaaaaaaaaaa! ¡No seas vergonzosaaaaaaaaaaaaaaa! ¡Ven aquí que te voy a quitar yo la vergüenzaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!

Aquello sí que fue una pesadilla.

Ahora que lo pienso, igual esto es un poni.

Voy a ver si encuentro un póster de los Mojinos y, si al enseñárselo le da un ataque de pánico, es que tiene un poni como una casa.

viernes, 16 de octubre de 2009

Dilbert

El que me identifique con una trama o personaje no suele ser una razón importante para que me guste una peli, libro o historia en general. Apañá iba si así fuera porque muy pocas cosas me podrían gustar. Pero si te identificas con algo que además es bueno y gracioso, pues hace mucha más risa.

Eso me pasa con Dilbert. Es el protagonista de una tira cómica que aparecía en varios periódicos y que ha dado lugar a una serie de animación y artículos de coña variados.

Dilbert trabaja en una multinacional y tiene un perro megalómano que habla llamado Dogbert (y que es anterior al Brian de Peter Griffin). El presidente de la multinacional es el demonio encarnado en un gato, Catbert. Sólo esto parece suficiente para que mucha gente se identifique con la historia. Jefes ineptos, inútiles e inacabables reuniones, compañeros de trabajo molestos, burocracia exasperante, proyectos absurdos… el pan nuestro de cada día.

Pero en mi caso esta sensación se amplía porque Dilbert es ingeniero. Y, hay que reconocer que somos uno de los gremios menos representados en la ficción. Y no sé por qué. Si somos guays!

Aunque no es que Dilbert nos deje muy bien. Es un ingeniero genial pero desmotivado por el devenir empresarial y más bien sociópata (vive con su madre y esas cosas). Y lo suyo es de nacimiento:



Hay tiras geniales. Y que nadie se me ofenda porque hay profesiones que no salen muy bien paradas. No se vale matar al mensajero.

Y otra cosita, después de una hora intentando incrustar tiras en español y sintiendo una gran frustación al comprobar que ninguna tiene suficiente resolución como para que el texto sea legible a un tamaño superior al usado para escribir El Quijote en un grano de arroz, me resigno a sólo poder poner tiras en inglés. Sorry.


Dilbert.com



Dilbert.com

Dilbert.com

Dilbert.com


Dilbert.com

miércoles, 7 de octubre de 2009

La Ratonera

O como crear trampas para humanos y cobrar por su mantenimiento.

Mi Santo tiene un coche y yo tengo otro. Entre los dos tenemos una plaza de garaje. A veces lo mete uno, a veces el otro, pero normalmente el mando de las puertas del garaje está en el coche de Mi Santo. Yo abro con una llave.

El acceso a nuestro garaje tiene dos puertas y se puede entrar cuando las dos se abren. Pero, a veces es complicado que los dos eventos coincidan en el espacio tiempo.

La primera es una puerta doble de bisagra. Puerta que casi siempre está rota porque pesa demasiado y se descuelga. La segunda es corredera.

Ambas se abren a la vez cuando se pulsa el botón del mando (y se quiere enterar) o se introduce la llave en la cerradura colocada al efecto y se gira en el sentido correcto.

Al salir sucede lo mismo pero se invierte el orden de las puertas.

Como es normal, las puertas tienen detectores de presencia que hacen que se abran o mantengan abiertas cuando un objeto se interpone en su campo de acción. Además hasta funcionan. Pero a su bola.

Algún genio de la automatización decidió que las puertas son seres con derecho al libre albedrío y que sus acciones no deben estar condicionadas por las de los demás. Cuando algo pasa por una de las puertas que se está cerrando, eso no implica que, cuando ésta se abra, avise a su vecina para que haga lo mismo.

Conclusión: si intentas colarte aprovechando que la primera puerta todavía no se ha cerrado porque llueve y porque llevas medio trayecto buscando las llaves en el bolso y no hay huevos a encontrarlas y porque no te apetece tener que parar, encontrar al fin las llaves si es que las llevas, bajarte y mojarte para abrir la puta puerta, entonces compruebas que el pensamiento libre de la segunda puerta la ha llevado a ignorarte y cerrarse. Cuando consigues salir de tu estupor te das cuenta de que la primera puerta ya está casi cerrada y, como es de bisagra, de doble hoja y el detector está por fuera, ya no llegas ni de coña a ponerte en medio y hacer que se abra de nuevo.

En efecto, estás encerrado en una absurda esclusa en tu propio garaje. Porque los que tienen mando pueden pulsar el botoncito apuntando a donde mejor les parezca y esperar a que alguna puerta se abra. Pero tú no puedes hacerlo porque las dos cerraduras que te darían la libertad están a los otros lados de las puertas. Que si no fuera porque los coches no son indeformables (y menos mal), embestirías con gusto ambas puertas hasta que se quedaran con el negativo del culo y morro de tu coche respectivamente.

Afortunadamente esto me ha sucedido en hora punta de vuelta a casa y sólo he tenido que sufrir este absurdo momento durante un par de minutos. Pero ya sé lo que no tengo que hacer cuando vuelva a casa a las tres de la mañana.

Y todo esto, ¿por qué pasa?. Pues porque hay quien pone a un chimpancé a programar la secuencia de operaciones de una puta puerta de garaje. Y se queda tan ancho.

viernes, 2 de octubre de 2009

Viernes

Aquí unos amiguitos que, a quién no los conozca, ya se los presentaré.


Y ahora me voy a mi casita a ver la jeta que se le queda al Gallardón cuando no digan Madrid.

Buen viernes.